27 marzo 2006

CATEDRAL INTERIOR

Debo tener cara de beatorro, porque cada vez que se me cruza un turista, me pregunta por la Catedral de Santa María. Casi mecánicamente les suelo señalar la parte vieja, y así evito desempolvar mi macarrónico pitinglish, aunque siempre les dedico un lacónico “marvellous” con gesto de orgullo local, para convencerles definitivamente de la oportunidad de su visita.

Me planteo si habrá en nuestra ciudad otro edificio de tal nobleza y de figura tan grandiosa, ni que pueda provocar en sus visitantes una sensación de espiritualidad que poco o nada tiene que ver con la fe o las creencias religiosas, o que consiga vincular presente y pasado con un mismo aire y una misma luz.

Y es que hablamos de un edificio que aún hoy, tras más de siete siglos, sigue “creciendo y cambiando de forma”, como bien dice el laureado Paulo Coelho, que en El Zahir, su última novela, la compara con nuestra “catedral interior”, ese espacio que “adoramos y veneramos” mientras luchamos por “mantenernos erguidos”. Y es que a Coelho, como a muchos miles de visitantes, les ha sorprendido la experiencia de contemplar cómo, tras siglos de historia, el edificio sigue desescombrando enigmas, aún pendientes de resolver.

Ocurre en este caso, como casi siempre, que son los foráneos quienes nos abren los ojos a nuestra propia realidad. Por ello, entristece saber que ante tal maravilla, haya aún muchos vecinos que no se hayan sentido llamados a visitar su ejemplar restauración, ni tan siquiera por la curiosidad de desvelar ése misterio que esconden sus muros y que resulte tan atractivo a los guiris. Seguro que son de los que, a la vuelta de sus vacaciones, lo primero que hacen es mostrar el álbum para fardar con las fotos de los monumentos que han ido a visitar. Lo de lejos, ya lo saben, es siempre maravilloso.

Fecha publicación: 28-III-2006

20 marzo 2006

BOTELLONEROS

En el momento en que les escribo, todas las cadenas abren sus noticiarios con imágenes del macrobotellón que se organizó en diversas ciudades, convocado a través de mensajes de móvil y correos electrónicos. A estas alturas a nadie le asombra este poder de convocatoria basado en el ya célebre sistema del Pásalo. Sí me llamó poderosamente la atención, tras zapear por varios telediarios, la muy diversa forma de tratar el evento por parte de según qué municipios. Así por ejemplo, en Barcelona o Salamanca prohibieron el encuentro, y como todo lo que se reprime sin sentido consiguió el efecto contrario, congregando a un número muy considerable de jóvenes que, incitados por la presencia de furgones policiales, acabaron originando graves altercados que incluyeron palizas, destrozos y pillajes.

La noticia sobre los efectos del botellón en Granada, por el contrario, tuvo un cariz radicalmente distinto, una vez concretada la cifra de participantes que superó los 20.000. Las imágenes desvelaban un envidiable tono de fiesta y las declaraciones de algunos botelloneros transmitían una imagen de sana diversión, con carpas bien montadas, con música y baile al aire libre.

Resulta increíble que lo que en un lugar se prohíbe y sanciona, en otros sea potenciado por las propias autoridades locales. En nuestro ámbito, muchos de quienes exigieron tomar medidas contundentes contra el botellón callejero son, precisamente quienes no perdonan un día sin su rondita de vinos, aparecen en la prensa inaugurando eventos copa en mano, gustan de sentarse en una terraza con un buen cubata, o acuden al Celedón con su botella de cava del hiper y se atocinan en fiestas sorbiendo de un katxi compartido. Si en nuestra ciudad ésta convocatoria no tuvo seguidores, no es porque seamos de otra pasta sino porque aquí, de noche, hace un frío que pela.

Fecha publicación: 21-III-2006

14 marzo 2006

WELLINGTON

Vivir en una unidad habitacional unipersonal, lo que antes se llamaba apartamento de soltero, y llevado por la necesidad de ganar espacio, lleva consigo abrir armarios –mobiliarios- para hacer la periódica entresaca de ropas, trastos y variados bártulos, y decidir si echarlos a la lavadora, al recicladero o a la basura, directamente. De paso, también aprovecho para repintar alguna pared, ejercitarme en la odiosa limpieza a fondo o en auto-convocarme a la llamémosla "comisión de análisis para la reubicación de objetos decorativos", alarmado por el acoso minimalista de las nuevas corrientes en decoración. Es aquí donde peor lo paso: consciente del valor de algún objeto, el compromiso que adquirí al aceptarlo como regalo, o por la ñoñería de guardarlo como atosigante recuerdo. En último extremo, les busco otro rincón que les otorgue una nueva luz que les haga parecer nuevos, o directamente la penumbra que los haga disimular su presencia.

Opino que así debería ocurrir en nuestras ciudades. De igual manera que se ha trasladado con gran éxito la escultura que permaneció en la vanguardia del Parlamento, y que ahora se ubica en la retaguardia de la Diputación, y que, tras vivir durante decenios casi oculta por los arbustos, dispone ahora de un jardín para sí sola.

Algo parecido se podría hacer trasladando el monumento bélico que adorna nuestra plaza de La blanca. Previendo otro tipo de batallas, el Sr. Alonso -el concejal-, acertó al sugerir paciencia en esta decisión. No estaría mal que se tomaran tiempo suficiente para consensuar cómo remozar la Plaza una vez despejada, y después -es una idea-, cuando se memoren los 200 años de la retirada de los franceses, allá por junio de 2013, inauguremos su nueva ubicación en la enorme rotonda de la calle Duque de Wellington, en una clara fusión de homenajes, para la que los sones de la obra que Beethoven dedicó a la batalla de Vitoria, le darían el toque más cool.

Fecha publicación: 14-III-2006

07 marzo 2006

PROSTITUCIÓN

Posiblemente es cierto que el oficio más viejo del mundo sea el de la prostitución, y que quizás, ya desde su nacimiento, se suscitara la polémica sobre la ética de su existencia. En las últimas décadas, el debate está abierto entre, por un lado, las opiniones provenientes de un feminismo de corte radical, partidarias de la abolición, al entender que la prostitución es una forma más de violencia de género, y señala como culpables de su existencia a los clientes, hombres a quienes denomina específicamente prostituidores.

Y por otro lado, están quienes defienden la dignidad de las mujeres que ejercen la prostitución considerándolas ‘trabajadoras del sexo’, optando por una legalización plena que conlleve aparejados los derechos y obligaciones de cualquier persona trabajadora, como son el pago de impuestos, el derecho a sindicación, la cartilla de Seguridad Social o la pensión por jubilación. Así por ejemplo, las autoridades alemanas reúnen a estas mujeres en edificios que cuentan con seguridad, servicios sanitarios y diversas comodidades para ejercer su trabajo; o en Dinamarca, hasta son contratadas por los Servicios Sociales para que presten sus servicios a los ancianos.

Entre ambos sectores y sus divergentes formas de opinión, existe una gruesa franja en la que parecen coincidir, y es su tenaz denuncia acerca de la existencia de grupos y mafias que conforman un peligroso entramado que conjuga tráfico de personas, inmigración masiva, extorsión, explotación infantil, vejaciones, violaciones o corrupción. En definitiva, nuevas formas de esclavismo del que, hasta hace poco, creíamos vivir a distancia. Hoy, desgraciadamente, bastaría con darse una vuelta por alguna de nuestras zonas industriales, para comprobar con fastidio, que entre tanto debate estéril e interminable, aún perdure la urgencia por dignificar la vida de mujeres obligadas a vender su piel a dos grados bajo cero.

Fecha publicación: 7-III-2006