PROSTITUCIÓN
Posiblemente es cierto que el oficio más viejo del mundo sea el de la prostitución, y que quizás, ya desde su nacimiento, se suscitara la polémica sobre la ética de su existencia. En las últimas décadas, el debate está abierto entre, por un lado, las opiniones provenientes de un feminismo de corte radical, partidarias de la abolición, al entender que la prostitución es una forma más de violencia de género, y señala como culpables de su existencia a los clientes, hombres a quienes denomina específicamente prostituidores.
Y por otro lado, están quienes defienden la dignidad de las mujeres que ejercen la prostitución considerándolas ‘trabajadoras del sexo’, optando por una legalización plena que conlleve aparejados los derechos y obligaciones de cualquier persona trabajadora, como son el pago de impuestos, el derecho a sindicación, la cartilla de Seguridad Social o la pensión por jubilación. Así por ejemplo, las autoridades alemanas reúnen a estas mujeres en edificios que cuentan con seguridad, servicios sanitarios y diversas comodidades para ejercer su trabajo; o en Dinamarca, hasta son contratadas por los Servicios Sociales para que presten sus servicios a los ancianos.
Entre ambos sectores y sus divergentes formas de opinión, existe una gruesa franja en la que parecen coincidir, y es su tenaz denuncia acerca de la existencia de grupos y mafias que conforman un peligroso entramado que conjuga tráfico de personas, inmigración masiva, extorsión, explotación infantil, vejaciones, violaciones o corrupción. En definitiva, nuevas formas de esclavismo del que, hasta hace poco, creíamos vivir a distancia. Hoy, desgraciadamente, bastaría con darse una vuelta por alguna de nuestras zonas industriales, para comprobar con fastidio, que entre tanto debate estéril e interminable, aún perdure la urgencia por dignificar la vida de mujeres obligadas a vender su piel a dos grados bajo cero.
Fecha publicación: 7-III-2006
Y por otro lado, están quienes defienden la dignidad de las mujeres que ejercen la prostitución considerándolas ‘trabajadoras del sexo’, optando por una legalización plena que conlleve aparejados los derechos y obligaciones de cualquier persona trabajadora, como son el pago de impuestos, el derecho a sindicación, la cartilla de Seguridad Social o la pensión por jubilación. Así por ejemplo, las autoridades alemanas reúnen a estas mujeres en edificios que cuentan con seguridad, servicios sanitarios y diversas comodidades para ejercer su trabajo; o en Dinamarca, hasta son contratadas por los Servicios Sociales para que presten sus servicios a los ancianos.
Entre ambos sectores y sus divergentes formas de opinión, existe una gruesa franja en la que parecen coincidir, y es su tenaz denuncia acerca de la existencia de grupos y mafias que conforman un peligroso entramado que conjuga tráfico de personas, inmigración masiva, extorsión, explotación infantil, vejaciones, violaciones o corrupción. En definitiva, nuevas formas de esclavismo del que, hasta hace poco, creíamos vivir a distancia. Hoy, desgraciadamente, bastaría con darse una vuelta por alguna de nuestras zonas industriales, para comprobar con fastidio, que entre tanto debate estéril e interminable, aún perdure la urgencia por dignificar la vida de mujeres obligadas a vender su piel a dos grados bajo cero.
Fecha publicación: 7-III-2006
1 Comments:
Great site lots of usefull infomation here.
»
Publicar un comentario
<< Home