PROSTITUCIÓN

Y por otro lado, están quienes defienden la dignidad de las mujeres que ejercen la prostitución considerándolas ‘trabajadoras del sexo’, optando por una legalización plena que conlleve aparejados los derechos y obligaciones de cualquier persona trabajadora, como son el pago de impuestos, el derecho a sindicación, la cartilla de Seguridad Social o la pensión por jubilación. Así por ejemplo, las autoridades alemanas reúnen a estas mujeres en edificios que cuentan con seguridad, servicios sanitarios y diversas comodidades para ejercer su trabajo; o en Dinamarca, hasta son contratadas por los Servicios Sociales para que presten sus servicios a los ancianos.
Entre ambos sectores y sus divergentes formas de opinión, existe una gruesa franja en la que parecen coincidir, y es su tenaz denuncia acerca de la existencia de grupos y mafias que conforman un peligroso entramado que conjuga tráfico de personas, inmigración masiva, extorsión, explotación infantil, vejaciones, violaciones o corrupción. En definitiva, nuevas formas de esclavismo del que, hasta hace poco, creíamos vivir a distancia. Hoy, desgraciadamente, bastaría con darse una vuelta por alguna de nuestras zonas industriales, para comprobar con fastidio, que entre tanto debate estéril e interminable, aún perdure la urgencia por dignificar la vida de mujeres obligadas a vender su piel a dos grados bajo cero.
Fecha publicación: 7-III-2006
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