RUPTURAS
A pocos días de concluir el 2005, me atrevo a calificarlo de horribilis, sólo tras constatar las rupturas sentimentales sufridas por algunas parejas cercanas. Peor aún si realizo el balance entre rupturas y nuevas uniones, pues 7 a 2 sería el ratio resultante. Estoy deseando pasar página tomando las uvas de la suerte, en espera de que el nuevo año venga cargado de amor y ventura. De paso, sería una agradable novedad que en el reparto también se agraciara a un servidor.
He vivido algunas de estas rupturas con la cercanía, a veces imprudente, de la amistad; asistiendo desde la fila cero a las últimas voces de la despedida o a las primeras lágrimas de una angustiosa soledad. Siempre dudo sobre como desempeñar el papel cuando alguna de las partes reclama tu apoyo, más aún si te consideras amigo de ambos; buscando la mayor neutralidad, trato siempre de que no me hagan partícipe de los pormenores, aunque a veces resulte imposible evitarlo. Es así como me doy cuenta de que en todos los casos coinciden parecidas raíces, similares secuencias e idénticos desenlaces.
Divergencias en la idea de pareja; diferencias en los grados de implicación, incluso anhelos de independencia; desamor y falta de pasión o deseo; chantaje sentimental o posesivo; rutina, pasividad y tedio; intromisiones sociales; infidelidad,… son sólo algunos de los males que en la mayoría de los casos acaban en ruptura. Pero sobre todos estos conflictos siempre sobrevuela un gran denominador común: la falta de comunicación. A veces es el motivo y otras la consecuencia, pero tras cada ruptura siempre queda el amargor de desconocer si un mayor grado de confianza y de sinceridad hubieran podido dar solución a la mayor parte de las crisis; o si al menos, te hubieran evitado soportar la desagradable sorpresa de comprobar que tu pareja era una persona bien distinta en el fondo, de aquella de la que creías estar enamorado.
Fecha publicación: 13-XII-2005
He vivido algunas de estas rupturas con la cercanía, a veces imprudente, de la amistad; asistiendo desde la fila cero a las últimas voces de la despedida o a las primeras lágrimas de una angustiosa soledad. Siempre dudo sobre como desempeñar el papel cuando alguna de las partes reclama tu apoyo, más aún si te consideras amigo de ambos; buscando la mayor neutralidad, trato siempre de que no me hagan partícipe de los pormenores, aunque a veces resulte imposible evitarlo. Es así como me doy cuenta de que en todos los casos coinciden parecidas raíces, similares secuencias e idénticos desenlaces.
Divergencias en la idea de pareja; diferencias en los grados de implicación, incluso anhelos de independencia; desamor y falta de pasión o deseo; chantaje sentimental o posesivo; rutina, pasividad y tedio; intromisiones sociales; infidelidad,… son sólo algunos de los males que en la mayoría de los casos acaban en ruptura. Pero sobre todos estos conflictos siempre sobrevuela un gran denominador común: la falta de comunicación. A veces es el motivo y otras la consecuencia, pero tras cada ruptura siempre queda el amargor de desconocer si un mayor grado de confianza y de sinceridad hubieran podido dar solución a la mayor parte de las crisis; o si al menos, te hubieran evitado soportar la desagradable sorpresa de comprobar que tu pareja era una persona bien distinta en el fondo, de aquella de la que creías estar enamorado.
Fecha publicación: 13-XII-2005
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