LIIIIM BO
Recuerdo que de crío llamé a la radio pidiendo “Limbo”, un tema de los Fischer-Z que atronó los transistores acostumbrados a las relajadas melodías que alguien dedicaba a Reyes, Cosme y Antonio. Nuestro Santo Padre acaba de cargarse el Limbo, aunque con ello no haya pretendido la modernización de la Iglesia que desde hace siglos ansiamos sus fieles. Más bien parece una operación de puro marketing, pues para eliminar ese “espacio” virtual donde descansaban las almas sin bautismo, pareciera que se acabara de firmar una gran amnistía agraciando a sus integrantes con un viaje al cielo, lugar al que se supone todos deberíamos luchar por llegar.
El Don Padre se afana, además, en reordenar su club terrenal imponiendo la entrada de avalados heterosexuales de refutada castidad en su cohorte de catequistas, ultrajando alguno de los principios insondables de la fe divina y de la legalidad humana. Aunque algún lector interprete estas líneas como de corrupto impío, créanme que las escribo con el dolor de quien acaba de tirar la toalla, de quien acaba de saberse hijo descarriado sólo por su condición sexual; sin entrar a valorar si este cambio en el casting al sacerdocio, no encierre la más asquerosa maniobra para culpar a los gais de todo delito pederasta, tal como ya hicieran otrora tratando de identificarnos como propagadores del SIDA.
Aquella primera Iglesia en la que todos éramos iguales, en la que el perdón era la seña de identidad y la justicia social la base de su fundamento, se ha convertido en una casta que no sólo ha dejado de luchar por la pobreza, la injusticia y la desigualdad, sino que además, se desentiende de conflictos, se alía con los poderosos y patrocina vociferadores de agravios. Ya no me quedan ni energías para apostatar de esta Iglesia de los hombres, pues ahora que acaban de suprimir el Limbo, no soportaría imaginar mi desbautizada alma vagando sin destino. Mejor me hubiera ido pidiendo el famoso tema que encumbró a Tito Puente: Maaaambo.
Fecha publicación: 6-XII-2005
El Don Padre se afana, además, en reordenar su club terrenal imponiendo la entrada de avalados heterosexuales de refutada castidad en su cohorte de catequistas, ultrajando alguno de los principios insondables de la fe divina y de la legalidad humana. Aunque algún lector interprete estas líneas como de corrupto impío, créanme que las escribo con el dolor de quien acaba de tirar la toalla, de quien acaba de saberse hijo descarriado sólo por su condición sexual; sin entrar a valorar si este cambio en el casting al sacerdocio, no encierre la más asquerosa maniobra para culpar a los gais de todo delito pederasta, tal como ya hicieran otrora tratando de identificarnos como propagadores del SIDA.
Aquella primera Iglesia en la que todos éramos iguales, en la que el perdón era la seña de identidad y la justicia social la base de su fundamento, se ha convertido en una casta que no sólo ha dejado de luchar por la pobreza, la injusticia y la desigualdad, sino que además, se desentiende de conflictos, se alía con los poderosos y patrocina vociferadores de agravios. Ya no me quedan ni energías para apostatar de esta Iglesia de los hombres, pues ahora que acaban de suprimir el Limbo, no soportaría imaginar mi desbautizada alma vagando sin destino. Mejor me hubiera ido pidiendo el famoso tema que encumbró a Tito Puente: Maaaambo.
Fecha publicación: 6-XII-2005
3 Comments:
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