ECHAR HUMO
Acaban de aprobar una Ley que restringirá el consumo de tabaco en ciertos espacios, pero miren por dónde, por una vez siento que esta norma no me afecta, ya que, señores y señores: ¡he dejado de fumar! Sin embargo, no estoy seguro de que el éxito de esta gesta me pertenezca en exclusiva, o si por el contrario, habré sido la víctima de una estudiada operación de marketing cuyo objetivo fuera conseguir precisamente que yo apagara mi último pitillo. La consecuencia, en cualquier caso, espero que sea la misma: mejorar mi salud respetando el aire de los demás.
Tampoco ha sido la primera ni la última medida que se hayan tomado en contra del fumeque. Recuerdo cuando se prohibió echar humo en aviones, trenes y autobuses, en los ascensores o en los centros hospitalarios. Muchos nos creímos incapaces de soportarlo pero lo conseguimos a pesar de todo. Sin embargo, algo pasa para que la actual prohibición de fumar en determinados espacios (puesto de trabajo y locales de hostelería), haya acabado por convertirse en una especie de contienda por conseguir que dejemos el vicio definitivamente: los periódicos, la radio y la televisión nos aconsejan con infalibles métodos para vencer la adicción; las empresas se afanan en que sus empleados lo consigan financiando terapias; y tanto familia como amigos se encargan de completar machaconamente la rueda. Hasta se han apoderado del mítico ‘uno de enero’, para convertir en reto, lance o provocación, lo que no debería ser más que una fecha con efecto legal.
No voy a ser yo quien sermonee a un fumador con clásicos consejos de vencedor; cada cuál tendrá sus respetables motivos para seguir llevando paquete y mechero en su bolsillo. Eso sí, no me resisto a dejar de transmitirles que sólo tras haberlo dejado, he podido comprobar lo terriblemente fácil que resultaba, y que la inseguridad en uno mismo, el miedo y la incertidumbre, no tenían ningún sentido.
Fecha publicación: 20-XII-2005
Tampoco ha sido la primera ni la última medida que se hayan tomado en contra del fumeque. Recuerdo cuando se prohibió echar humo en aviones, trenes y autobuses, en los ascensores o en los centros hospitalarios. Muchos nos creímos incapaces de soportarlo pero lo conseguimos a pesar de todo. Sin embargo, algo pasa para que la actual prohibición de fumar en determinados espacios (puesto de trabajo y locales de hostelería), haya acabado por convertirse en una especie de contienda por conseguir que dejemos el vicio definitivamente: los periódicos, la radio y la televisión nos aconsejan con infalibles métodos para vencer la adicción; las empresas se afanan en que sus empleados lo consigan financiando terapias; y tanto familia como amigos se encargan de completar machaconamente la rueda. Hasta se han apoderado del mítico ‘uno de enero’, para convertir en reto, lance o provocación, lo que no debería ser más que una fecha con efecto legal.
No voy a ser yo quien sermonee a un fumador con clásicos consejos de vencedor; cada cuál tendrá sus respetables motivos para seguir llevando paquete y mechero en su bolsillo. Eso sí, no me resisto a dejar de transmitirles que sólo tras haberlo dejado, he podido comprobar lo terriblemente fácil que resultaba, y que la inseguridad en uno mismo, el miedo y la incertidumbre, no tenían ningún sentido.
Fecha publicación: 20-XII-2005
2 Comments:
vaya, por fin se pueden hacer comentarios !!!!. Me pensaré alguno para la próxima vez.
I say briefly: Best! Useful information. Good job guys.
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