15 mayo 2007

FOBIAS


Hace un tiempo, supe de la existencia de un chico de avanzada veintena, al que su familia ‘escondía’ en una despensa cada vez que recibían la visita de familiares y amigos sólo por el hecho de que era gay y encima ‘se le notaba’. Lo peor es que sus amigos más cercanos, sabiéndolo, nunca hicieron nada por remediarlo, dejando que acabara optando por la prostitución como modo de costearse las carísimas sesiones psiquiátricas que le sirvieron, al menos, para huir de semejante familia.

También conozco parejas de chicas –incluso alguna casada con todas las bendiciones jurídicas-, que aún conviviendo en el mismo domicilio se cuidan de que nadie las vea salir juntas de casa, adoptan el papel de arrendadora-pupila y en sus buzones sólo aparecen apellidos –para no identificar el género de sus cohabitantes-, para que nadie sospeche que son lo que en realidad son, evitar comentarios de vecindario y eludir las miradas inquisidoras; más aún en una ciudad chismosa y conservadora como la nuestra.

Hace pocos días, mientras esperaba a un amigo en la calle, acertó a pasar una mujer transexual. Lo pude confirmar al observar que quienes su cruzaban con ella, se daban literalmente la vuelta para mirarla sin disimulo, haciendo todo tipo de gestos y comentarios que mi espíritu cotilla se afanó por captar, aunque cierto sentimiento de vergüenza, propia y ajena, me impida transmitírselos ahora.

Esta semana, el jueves exactamente, se celebra el día contra la homo-lesbo-transfobia, palabras que definen odios absurdos, casi congénitos al ser humano. Es bueno que exista al menos un día, que nos invite a activar el escáner de conciencias y revisar nuestras actitudes hacia quienes no son, por cualquier circunstancia, como nosotros.

Fecha publicación: 15-V-2007

Listening To The Music:
MARIJA SERIFOVIC: Molitva, 2007