27 septiembre 2005

EVACUACIÓN

Aún a riesgo de parecerles frívolo, dejen que me acerque a la hipotética situación de una evacuación forzada por una catástrofe. El agua, el viento o el fuego, son algunos de esos fenómenos que pueden segar en un solo día la vida de miles de personas, llegando a destruir poblaciones enteras tras provocar desastres de irreparables consecuencias. De hecho, desde el Tsunami hasta el Rita, se han convertido en uno de los fenómenos que mayor expectación está creando durante el último año, en parte porque la televisión nos muestra toda su crudeza en directo, analizando la reacción de afectados y autoridades, como si de un concurso de tele-realidad se tratara.

Intento ponerme en la situación de uno de aquellos ciudadanos a los que sus gobernadores han "invitado" a abandonar su localidad. Por darle mayor realismo, me pongo en la ficción de imaginar la ruptura de la presa del pantano –no me digan que nunca lo habían soñado- teniendo que abandonar la ciudad en sólo una hora. Ya puestos, tampoco me resulta difícil situarme ante un escape radiactivo, un incendio por explosiones de gas ciudad, la caída de un avión, o un gran temblor de tierra. Un escalofrío me recorre la espalda y me asaltan multitud de imágenes: toda tu vida en un segundo, la preocupación por tu familia y amigos, una ojeada aterrorizada a tu casa, tus objetos…, y una mirada hacia un futuro que, mañana, no sabes si te esperará. Antes de salir debes pensar en salvar aquello que precisas para una próxima vida. No son unas vacaciones, es pura supervivencia.

Imaginar que tu casa, tu puesto de trabajo, tu entorno físico y humano hayan desaparecido, provoca vértigo y desolación. Nadie está libre de vivirlo, por lo que la ayuda exterior resulta imprescindible. Sería imperdonable que alguien la cuestionara aludiendo a razones políticas.

Fecha publicación: 27-IX-2005

20 septiembre 2005

GAZTETXEA

Ese divino tesoro al que llaman juventud, se ha caracterizado siempre por su actitud rebelde y reivindicativa, no sólo en la parcela más personal y familiar, sino también en un plano social y político. Nadie podrá olvidar sus particulares disputas familiares en un intento por rebasar parcelas de prohibición o los vetos impuestos en aras a nuestra preparación para la vida adulta. Algunos aún nos rebelamos contra la idea de contemplar la juventud como parámetro temporal en lugar de identitario.

La aparición de los Gaztetxes siempre ha contado con ingredientes similares: adolescentes contestatarios (sujeto), patrimonio público o eclesiástico (objeto directo) y clase política (predicado). En más de una localidad han sido las parroquias quienes han apoyado estos movimientos mediante la cesión de espacios en desuso, y en otros, ha sido la juventud quien se los ha apropiado para convertirlos en centros de encuentro, manifestación artística o cultural, debate o esparcimiento. En Vitoria, la amplia red de centros cívicos que disfrutamos, no tiene por qué ser del gusto general, por lo que la existencia de un Gaztetxe parece la consecuencia lógica, aunque la clásica desconfianza institucional sobre las actividades que allí desarrollan, fuera del control político, ha llevado a que mandatarios de todos los colores hayan pretendido siempre su cierre, a pesar del temor a la revuelta popular.

Vivimos una época donde la imposición, tanto del ordeno y mando como la del okupo y me planto, debería estar desterrada, por lo que a estas alturas, la cuestión no es demostrar quién es el más fuerte, sino la de negociar. Los unos deben aceptar que las leyes son para todos, y los otros garantizar la supervivencia de este movimiento alternativo sin pretender abolir la bandera de su autogestión, dotándola de nuevos y mejores recursos que den cabida a sus actuales moradores y favorezcan su apertura a un mayor número de colectivos juveniles.

Fecha publicación: 20-IX-2005

13 septiembre 2005

AERO-DESLEALTAD


Regresa uno de las vacaciones suponiendo que nada habrá cambiado, y se encuentra con la sorpresa de que, por fin, los alaveses y alavesas podremos viajar barato-barato a London desde nuestro querido Foronda. Se acabó eso de subir o bajar por la A-68 hasta Loiu (gracias Nacho, por llevarme este verano), ése aeropuerto que tenemos a las afueras. La noticia ha conseguido evitarme la tan temida depresión postvacacional, y lanzarme a navegar ante el ‘computer’ con el sueño de encontrar el mejor B&B (cama y desayuno), la programación de la Tate Modern o del Saatchi, o las zonas donde hacer ‘clubbing’ (ir de bares, vamos) por el Soho, o comprar antigüedades en el rastro de Portobello; los conciertos de los mejores músicos del mundo, o la cocina internacional más variada que uno pueda encontrar por metro cuadrado. De pronto, Vitoria y Londres van a hermanarse. Y eso, a pesar de que cierto señor nos acuse de desleales, quizás refiriéndose a las merluzas africanas que traemos en avión hasta Foronda. Siempre tiene que haber alguna mosca cojonera (esto no sé decirlo in English) poniendo zancadillas al éxito de los demás, la gestión bien hecha, y la natural ambición de crecer y modernizarse. Mi pueril post-adolescencia me había llevado a creer que ya se habían terminado aquellas rencillas de hace 20 años.

Por una vez (seguro que no sirve de precedente), parecen apoyarnos varios gremios de la política (a la espera de que se pronuncien las Juntas Generales, donde espero que no se produzcan sorpresas), pues hasta la propia Consejera de Transporte y la mismísima Bruselas han dado su plácet a la gestión de las subvenciones forales que favorezcan la llegada de estos vuelos a Foronda, tras lo cual, el citado señor ha amenazado con viajar hasta Bruselas para protestar. Le recomiendo que lo haga desde las pistas de la también aero-desleal Valladolid, o quién sabe si pronto lo podrá hacer también desde el mismo Vitoria (me lo ha puesto a güevo).

Fecha publicación: 13-IX-2005