EVACUACIÓN
Aún a riesgo de parecerles frívolo, dejen que me acerque a la hipotética situación de una evacuación forzada por una catástrofe. El agua, el viento o el fuego, son algunos de esos fenómenos que pueden segar en un solo día la vida de miles de personas, llegando a destruir poblaciones enteras tras provocar desastres de irreparables consecuencias. De hecho, desde el Tsunami hasta el Rita, se han convertido en uno de los fenómenos que mayor expectación está creando durante el último año, en parte porque la televisión nos muestra toda su crudeza en directo, analizando la reacción de afectados y autoridades, como si de un concurso de tele-realidad se tratara.
Intento ponerme en la situación de uno de aquellos ciudadanos a los que sus gobernadores han "invitado" a abandonar su localidad. Por darle mayor realismo, me pongo en la ficción de imaginar la ruptura de la presa del pantano –no me digan que nunca lo habían soñado- teniendo que abandonar la ciudad en sólo una hora. Ya puestos, tampoco me resulta difícil situarme ante un escape radiactivo, un incendio por explosiones de gas ciudad, la caída de un avión, o un gran temblor de tierra. Un escalofrío me recorre la espalda y me asaltan multitud de imágenes: toda tu vida en un segundo, la preocupación por tu familia y amigos, una ojeada aterrorizada a tu casa, tus objetos…, y una mirada hacia un futuro que, mañana, no sabes si te esperará. Antes de salir debes pensar en salvar aquello que precisas para una próxima vida. No son unas vacaciones, es pura supervivencia.
Imaginar que tu casa, tu puesto de trabajo, tu entorno físico y humano hayan desaparecido, provoca vértigo y desolación. Nadie está libre de vivirlo, por lo que la ayuda exterior resulta imprescindible. Sería imperdonable que alguien la cuestionara aludiendo a razones políticas.
Fecha publicación: 27-IX-2005
Intento ponerme en la situación de uno de aquellos ciudadanos a los que sus gobernadores han "invitado" a abandonar su localidad. Por darle mayor realismo, me pongo en la ficción de imaginar la ruptura de la presa del pantano –no me digan que nunca lo habían soñado- teniendo que abandonar la ciudad en sólo una hora. Ya puestos, tampoco me resulta difícil situarme ante un escape radiactivo, un incendio por explosiones de gas ciudad, la caída de un avión, o un gran temblor de tierra. Un escalofrío me recorre la espalda y me asaltan multitud de imágenes: toda tu vida en un segundo, la preocupación por tu familia y amigos, una ojeada aterrorizada a tu casa, tus objetos…, y una mirada hacia un futuro que, mañana, no sabes si te esperará. Antes de salir debes pensar en salvar aquello que precisas para una próxima vida. No son unas vacaciones, es pura supervivencia.
Imaginar que tu casa, tu puesto de trabajo, tu entorno físico y humano hayan desaparecido, provoca vértigo y desolación. Nadie está libre de vivirlo, por lo que la ayuda exterior resulta imprescindible. Sería imperdonable que alguien la cuestionara aludiendo a razones políticas.
Fecha publicación: 27-IX-2005