GAZTETXEA
Ese divino tesoro al que llaman juventud, se ha caracterizado siempre por su actitud rebelde y reivindicativa, no sólo en la parcela más personal y familiar, sino también en un plano social y político. Nadie podrá olvidar sus particulares disputas familiares en un intento por rebasar parcelas de prohibición o los vetos impuestos en aras a nuestra preparación para la vida adulta. Algunos aún nos rebelamos contra la idea de contemplar la juventud como parámetro temporal en lugar de identitario.
La aparición de los Gaztetxes siempre ha contado con ingredientes similares: adolescentes contestatarios (sujeto), patrimonio público o eclesiástico (objeto directo) y clase política (predicado). En más de una localidad han sido las parroquias quienes han apoyado estos movimientos mediante la cesión de espacios en desuso, y en otros, ha sido la juventud quien se los ha apropiado para convertirlos en centros de encuentro, manifestación artística o cultural, debate o esparcimiento. En Vitoria, la amplia red de centros cívicos que disfrutamos, no tiene por qué ser del gusto general, por lo que la existencia de un Gaztetxe parece la consecuencia lógica, aunque la clásica desconfianza institucional sobre las actividades que allí desarrollan, fuera del control político, ha llevado a que mandatarios de todos los colores hayan pretendido siempre su cierre, a pesar del temor a la revuelta popular.
Vivimos una época donde la imposición, tanto del ordeno y mando como la del okupo y me planto, debería estar desterrada, por lo que a estas alturas, la cuestión no es demostrar quién es el más fuerte, sino la de negociar. Los unos deben aceptar que las leyes son para todos, y los otros garantizar la supervivencia de este movimiento alternativo sin pretender abolir la bandera de su autogestión, dotándola de nuevos y mejores recursos que den cabida a sus actuales moradores y favorezcan su apertura a un mayor número de colectivos juveniles.
Fecha publicación: 20-IX-2005
La aparición de los Gaztetxes siempre ha contado con ingredientes similares: adolescentes contestatarios (sujeto), patrimonio público o eclesiástico (objeto directo) y clase política (predicado). En más de una localidad han sido las parroquias quienes han apoyado estos movimientos mediante la cesión de espacios en desuso, y en otros, ha sido la juventud quien se los ha apropiado para convertirlos en centros de encuentro, manifestación artística o cultural, debate o esparcimiento. En Vitoria, la amplia red de centros cívicos que disfrutamos, no tiene por qué ser del gusto general, por lo que la existencia de un Gaztetxe parece la consecuencia lógica, aunque la clásica desconfianza institucional sobre las actividades que allí desarrollan, fuera del control político, ha llevado a que mandatarios de todos los colores hayan pretendido siempre su cierre, a pesar del temor a la revuelta popular.
Vivimos una época donde la imposición, tanto del ordeno y mando como la del okupo y me planto, debería estar desterrada, por lo que a estas alturas, la cuestión no es demostrar quién es el más fuerte, sino la de negociar. Los unos deben aceptar que las leyes son para todos, y los otros garantizar la supervivencia de este movimiento alternativo sin pretender abolir la bandera de su autogestión, dotándola de nuevos y mejores recursos que den cabida a sus actuales moradores y favorezcan su apertura a un mayor número de colectivos juveniles.
Fecha publicación: 20-IX-2005
2 Comments:
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