LUCÍA ETXEBARRIA: 10 AÑOS DE ADMIRACIÓN
Tengo pruebas de que el jazz, como cualquier otra afición, puede conducir al apasionamiento. Aunque no me atrevo a asegurar que a Lucía Etxebarria sólo le seduzca ésta forma de hacer música, estoy más que convencido de que su encuentro anual con el festival vitoriano, es ya una cita ineludible en su calendario.
Tuve la suerte de conocerla en la edición del 95, al que acudió invitada por Añúa en agradecimiento al esfuerzo por difundir nuestro festival en Madrid. Han pasado ya 10 años desde aquella noche en que compartíamos asiento durante el concierto del cuarteto del saxofonista Joshua Redman, donde nuestra mutua admiración por el artista –en varios sentidos- nos hizo comenzar una conversación que, aún hoy, sigue su discurso. Aquella amistad que surgió en ese momento, ha ido madurando con el tiempo, como el vino, hasta transformarse en fiel admiración.
Tras el nacimiento de su primera y exitosa novela, su vida sufrió la irrupción de la fama, esa "amiga" que le arrebató trozos de su sosiego. A fuerza de mucho llorar, optó por transformarla en altavoz de su lucha, entre otras, por la dignidad de la mujer, la injusticia de la guerra o el respeto por los animales no humanos, a través de una laureada sucesión de libros, artículos, biografías, guiones cinematográficos o poemas, cuentos y conferencias. En sí, es como todo un cuarteto de jazz: sincera como un golpe de tambor, felina como un solo de saxo, rotunda como el eco del contrabajo o dulce como los acordes del piano (sin ser tan cursi como lo que acabo de escribir).
Quizás, como todos, necesite del silencio en el que soñar sus folios en blanco, del afecto de voces amigas que la aprecien tal como es, o del apego a un espacio donde reviva aquél sosiego perdido. Es posible que en Vitoria, el Jazz sea su otro Planeta.
Publicación: Suplemento especial Festival de Jazz. (Julio 2005)
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