“Sabor a jazz”
Treinta y un años ya, y para nada parecen mentira, pues tras esa cifra llena de éxitos se esconde un gran trabajo y el esfuerzo de muchas personas por traer a nuestra ciudad la mejor propuesta de jazz del momento, un estilo de música que antaño no resultaba tan popular.
No hay más que echar una mirada alrededor y constatar que todos esos años han servido para que, quien más, tenga su pequeña colección de discos favoritos y acuda de forma esporádica a algún concierto y, quien menos, se haya convertido en un auténtico fanático abonándose a todos los conciertos y festivales posibles, prestando atención a la más recóndita producción discográfica o incluso afanándose en sacarle sonidos a un saxo, un piano o a una guitarra. Y es que todos hemos tenido ese momento en nuestra vida –el mío probablemente fue escuchar el Tutu de Miles Davis-, en que algo o alguien te empuja, por primera vez, a desarmarte de cierta coraza de prejuicios y descubrir el placer de escuchar con atención un solo de piano, un duelo improvisado entre vientos o la voz aguardentosa y sensual de una solista. Y cada cual, por pura pasión individual o guiado por el entusiasmo colectivo, vive el Festival como algo propio remarcado en rojo en el calendario de cada verano.
De la misma forma que sus habitantes, la propia ciudad se ha convertido también en auténtica veterana en esto del jazz, y se sonroja con cierta pena ante actitudes como la de un alcalde, el de Oviedo, que se permite prohibir la celebración de su festival de jazz “por ruidoso”. Aquí, afortunadamente, ya no estamos para semejantes tonterías y de ninguno de nuestros alcaldes -se sabe que de Lazcoz tampoco-, nos cabría esperar semejante falta de sensibilidad, incultura y pacatismo. Aquí gozamos ya de otro status, como lo demuestra el hecho de que aparte del programa oficial del Festival, -que Uds. encontrarán magníficamente desglosado en este suplemento-, existen otras muchas alternativas que lo complementan con una interminable lista de conciertos en diversos locales, parques y calles.
Así -y perdonen si me olvido de alguien-, tras las recientes y exitosas ediciones del Big Band Jazz Festival y sus nocturnas jam session que hemos disfrutado en junio, y del JazZaharrean organizado por Gora Taberna, Kitch y Parral –un trío de programadores de reputada trayectoria-, durante la presente edición del Festival de Jazz podremos asistir, también, a toda una serie de conciertos programados en diversos espacios alternativos: Molly Malone –el único local que ofrece una programación estable de jazz durante todo el año-, el casi mítico MiniJazz del Dublín, las noches de Río (no se las vayan a perder), la reciente incorporación del Danok, y este año, la nueva experiencia de poder disfrutar, al aire libre, de una programación más que atractiva en el lugar probablemente más bello de la ciudad: el Jardín de Falerina, con actuaciones que podremos disfrutar todos los días hacia la una del mediodía.
Si Ud. aún no se ha decidido entre todas estas opciones, simplemente salga a la calle y déjese llevar por su sintonía: hasta el aire sabe a jazz.
Fecha publicación: Suplemento Jazz - Julio 2007
No hay más que echar una mirada alrededor y constatar que todos esos años han servido para que, quien más, tenga su pequeña colección de discos favoritos y acuda de forma esporádica a algún concierto y, quien menos, se haya convertido en un auténtico fanático abonándose a todos los conciertos y festivales posibles, prestando atención a la más recóndita producción discográfica o incluso afanándose en sacarle sonidos a un saxo, un piano o a una guitarra. Y es que todos hemos tenido ese momento en nuestra vida –el mío probablemente fue escuchar el Tutu de Miles Davis-, en que algo o alguien te empuja, por primera vez, a desarmarte de cierta coraza de prejuicios y descubrir el placer de escuchar con atención un solo de piano, un duelo improvisado entre vientos o la voz aguardentosa y sensual de una solista. Y cada cual, por pura pasión individual o guiado por el entusiasmo colectivo, vive el Festival como algo propio remarcado en rojo en el calendario de cada verano.
De la misma forma que sus habitantes, la propia ciudad se ha convertido también en auténtica veterana en esto del jazz, y se sonroja con cierta pena ante actitudes como la de un alcalde, el de Oviedo, que se permite prohibir la celebración de su festival de jazz “por ruidoso”. Aquí, afortunadamente, ya no estamos para semejantes tonterías y de ninguno de nuestros alcaldes -se sabe que de Lazcoz tampoco-, nos cabría esperar semejante falta de sensibilidad, incultura y pacatismo. Aquí gozamos ya de otro status, como lo demuestra el hecho de que aparte del programa oficial del Festival, -que Uds. encontrarán magníficamente desglosado en este suplemento-, existen otras muchas alternativas que lo complementan con una interminable lista de conciertos en diversos locales, parques y calles.
Así -y perdonen si me olvido de alguien-, tras las recientes y exitosas ediciones del Big Band Jazz Festival y sus nocturnas jam session que hemos disfrutado en junio, y del JazZaharrean organizado por Gora Taberna, Kitch y Parral –un trío de programadores de reputada trayectoria-, durante la presente edición del Festival de Jazz podremos asistir, también, a toda una serie de conciertos programados en diversos espacios alternativos: Molly Malone –el único local que ofrece una programación estable de jazz durante todo el año-, el casi mítico MiniJazz del Dublín, las noches de Río (no se las vayan a perder), la reciente incorporación del Danok, y este año, la nueva experiencia de poder disfrutar, al aire libre, de una programación más que atractiva en el lugar probablemente más bello de la ciudad: el Jardín de Falerina, con actuaciones que podremos disfrutar todos los días hacia la una del mediodía.
Si Ud. aún no se ha decidido entre todas estas opciones, simplemente salga a la calle y déjese llevar por su sintonía: hasta el aire sabe a jazz.
Fecha publicación: Suplemento Jazz - Julio 2007