28 noviembre 2006

CLIENTE


Nadie pondrá en duda, supongo, que comprar y vender sigue siendo la base de la economía y que, precisamente por eso, se llama ‘de mercado’. Los años que perdí tratando de entender conceptos como oferta y demanda, producto interior bruto, cash-flow, oligopsonio, deflación, empréstito y demás aburridos términos que tenían que ver con la micro y la macroeconomía, sólo me sirvieron para llegar a una clara conclusión: en el mercado, se me da mejor una de los dos partes del mostrador: la de aquél que compra.

En mis pocos kilómetros de viaje por el mundo, he comprobado distintos tratamientos al último eslabón de la cadena comercial: el consumidor. Los restaurantes niuyorkinos, donde te reciben los camareros que, tras presentarse por su nombre y con una sonrisa de estudiada naturalidad, te ayudan a elegir entre la enorme variedad de salsas y guarniciones con que acompañar tu comanda, animándote a llevarte a casa las sobras de sus pantagruélicos platos. Los zocos árabes, donde resulta imposible llevarse el producto que deseas sin invertir media hora, al menos, en un regateo ineludible. La lonja de algún puerto pesquero mayorista, para asistir en directo a la subasta del mejor surtido de besugos –dicho sin insultar-, que empezando por un precio alto, va bajando hasta la secreta seña del postor más intrépido de la puja. O ése bar, donde te sorprende que el camarero recuerde, un año después, que las copas te gustaban en vaso ancho. En todos los casos, como verán, el comercio desarrolla una relación bilateral en la que el cliente es a quien se procura satisfacción.

Por eso, me sigue asombrando que en nuestra ciudad aún sobrevivan algunos comercios, digamos de élite, que te atienden con absoluto desprecio, sólo porque de un simple e insultante vistazo de la cabeza a los pies, no consideran que reúnes cierta arbitraria baraja de requisitos que, generalmente, nada tienen que ver con tu capacidad adquisitiva. Eso, si no se atreven a decirte a la cara, como a mí en una clásica boutique del centro, que no tienen ropa de tu talla o, incluso, que la que ellos venden es demasiado cara para ti. Mejor sería tener una buena cartera de clientes, y no la buena cartera de un solo, aunque ilustre, cliente. ¿O no?

Fecha publicación: 28-XI-2006


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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sáb nov 21, 10:15:00 p. m.  

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